
Este blog se titula “embajadoras” sin más. A veces es necesario hacer algunas aclaraciones, porque en la Edad Moderna tenemos varios tipos de embajadoras: por un lado, las esposas de los embajadores, que tenían el título no oficial de “embajadoras” por estar casadas con un embajador (y que colaboraban con su marido en la embajada); y, por otro a mujeres que tenían el título de embajadoras porque eran embajadoras OFICIALES, es decir ¡mujeres que ejercieron el cargo de embajador con todos sus derechos! Hasta ahora, en la Europa moderna sólo he localizado a dos ¡avisadme si encontráis más!: Catharina Stopia y Renée du Bec-Crespin, condesa de Guébriant.
Catharina y Renée ejercieron de embajadoras siendo viudas: una en Moscú, la otra en Varsovia. Las dos en el siglo XVII. Una fue embajadora ordinaria (estuvo dos años en Rusia y consiguió mejorar las relaciones comerciales entre Moscú y Estocolmo); la otra, Renée, fue embajadora extraordinaria. En la época, un embajador extraordinario era un representante del rey que se desplazaba a una corte para cumplir con una misión concreta durante un periodo corto de tiempo, por ejemplo: dar el pésame por la muerte de algún miembro de la familia de esa corte, concertar un matrimonio o acompañar a una futura reina a encontrarse con su marido; este fue el caso de Renée.
Renée, viuda del mariscal de Guébriant, fue elegida en 1645 por la reina regente de Francia Ana de Austria (la madre de Luis XIV, que entonces era sólo un niño) para acompañar a la novia del rey polaco Ladislao IV a Polonia. Esta “novia” era María Luisa de Gonzaga, hija del duque de Nevers. La familia de María Luisa, aunque de origen mantuano, estaba vinculada políticamente a Francia. Con este matrimonio, Ana de Austria pretendía colocar a una “francesa” en el reino de Polonia, una francesa que tratara de influir políticamente en Ladislao IV.
María de Gonzaga y todo su séquito tardaron casi tres meses en hacer el camino de París a Varsovia. Bien es cierto que paraban cada dos por tres porque todos quería agasajar a la futura reina de Polonia y a la mariscala Renée, cuyo difunto marido había combatido exitosamente en Alemania durante la guerra de los Treinta Años.
Nosotros tardamos apenas cuatro horas en llegar a Varsovia desde Málaga ¡Qué diría nuestra embajadora-mariscala Renée si supiera que en el siglo XXI el trayecto que ella hizo en tres meses se cubre ahora en tres horas en una cápsula voladora! Aunque, eso sí, en el avión nada de banquetes ni fiestas: bocadillos gomosos y aburrimiento asegurado si no te sientas en ventanilla.
Llegué con mi marido a Varsovia la noche del 20 abril. Bastante cansada porque viajar me agota. ¡Qué fuerte era la gente del XVII que aguantaba traqueteos de carruajes durante meses! las turbulencias duran segundos y se nos hacen eternas, en fin, ¡qué flojos somos!
Al día siguiente, día 21, por la mañana, quedamos con todos mis primos en una cafetería muy cerca de la Vía Real de Varsovia, una calle majestuosa flanqueada por magníficos palacios que conducen a la plaza del Castillo. La mariscala de Guébriant atravesó esta vía junto a su señora en marzo de 1647. Difícil saber lo que sentiría ¿estaría emocionada?, ¿le pesaría la responsabilidad que tenía como embajadora extraordinaria?
La razón de mi viaje a Varsovia ya lo he explicado: asistir a la boda de mi primo. ¡Qué nervios! El de la mariscala atender a María Luisa de Gonzaga y cumplir con las instrucciones que le había dado Luis XIV (detrás de las cuales estaba su madre Ana de Austria, porque Luis apenas tenía entonces nueve años de edad), quizás estaría un poco más nerviosa que yo, o menos, porque la mariscala debía ser una mujer con muuuuchas agallas.
Lucien Bély explica en su publicación sobre la mariscala de Guébriant, lo qué decían las instrucciones que el pequeño Luis XIV, Ana de Austria y Mazarino entregaron a Renée antes de salir de París. Ahí van: durante el viaje tenía que demostrar los deseos que Francia tenía conseguir una paz con España (estaban en guerra desde 1635), y de las buenas intenciones francesas… eso sí, si pasaba por territorios aliados de Felipe IV, no debía hacer mención a la guerra contra la Monarquía Hispánica, más bien tenía que guardar silencio al respecto; conducirse con prudencia era la máxima que debía seguir… Una vez en Varsovia, debía asegurarse de que el matrimonio del rey de Polonia con María Luisa cumplía con su principal objetivo: evitar una alianza de Ladislao IV con los Habsburgo austriacos, que a su vez eran aliados de la monarquía hispánica; y por supuesto garantizar las buenas relaciones entre Francia y Polonia. Por otro lado, las instrucciones indicaban que la mariscala-embajadora debía “fiarse de los consejos de los embajadores de Polonia, porque ellos conocían los intereses y los sentimientos del rey de Polonia; ellos tenían que guiar a la reina”. Por tanto, la mariscala-embajadora tenía que averiguar cómo era Ladislao de Polonia a través de los diplomáticos que vivían en Varsovia (seguramente el embajador de Francia). Conocer al rey, sus secretos e intenciones permitiría a María Luisa de Gonzaga hacerse con su corazón y penetrar en su voluntad.
Esa mañana del 21 de abril, tras recorrer la vía real, llegamos al castillo de Varsovia. El edifico se reconstruyó en los años ochenta tras ser arrasado en la II Guerra Mundial. He de decir que, a pesar de todo, merece mucho la pena. El mobiliario es original porque se puso a buen recaudo antes del inicio de la contienda. La reconstrucción se hizo de manera muy minuciosa y hoy podemos admirar verdaderas joyas como la sala en la que Estanislao Poniatowski, rey de Polonia entre 1764 y 1789, proclamó la primera Constitución de Europa en marzo de 1791 ¡la Francia revolucionaria no sacó la suya hasta septiembre de ese año! Bien, pues en ese castillo entró la mariscala en marzo de 1646 junto a María Gonzaga. Allí vio por primera vez a Ladislao IV. Desconozco en qué sala se encontraron, quizás no exista porque el castillo sufrió cambios tras ser saqueado por las tropas suecas en 1655.
Las celebraciones de la boda entre María y Ladislao debieron ser esplendorosas. Pero para boda importante la de mi primo y su novia polaca. Se celebró esa tarde del 21 de abril. Una boda civil en el salón de un selecto restaurante en el centro de la ciudad: la Villa Foksal. En un documento del siglo XVII que encontré en el archivo Histórico Nacional se describen las bodas en Polonia de la siguiente manera:
“no es menos extraña la forma de los casamientos en que, acompañada de todos los parientes y la música del lugar, va la desposada con el rostro cubierto y más lamentos que una plañidera antigua de Castilla. Aseguran que es por mostrar el amor a la castidad, y se reconoce [se destapa la cara] al día siguiente de la boda. Se emborracha [la novia] también como los demás que lo celebran”. (AHN, libro Estado 727, Descripción de Polonia, siglo XVII, anónimo).
Menos mal que las bodas han cambiado desde el siglo XVII. En la boda de mi primo, la novia estaba contentísima, él también. Aunque eso sí, se bebió vodka y del bueno. Os contaré un secreto: las bodas en Polonia en el siglo XXI consisten en comer, beber y bailar; comer, beber y bailar; comer, beber y bailar; y así sucesivamente. Cuando me lo dijeron no me lo creí, pero ¡es cierto! Tras la ceremonia nos sirvieron un aperitivo, luego cenamos (en el primer plato ya te sirven vodka). Después empezó el baile. Tras un rato bailando paró la música y sacaron un bufet. Comimos y bebimos. Se reinició de nuevo el baile, se paró, fuimos al bufet a comer más (platos fríos, calientes, postres, lo que quisimos), nos sirvieron más vodka, comenzó otra vez el baile… hasta que a las doce de la noche sacaron la tarta, comimos tarta, luego pusieron otra vez música, bailamos, paró la música, comimos, bebimos…. bailamos y vuelta a empezar. Fue genial.
La estancia en Varsovia de la embajadora Guébriant fue provechosa y sumamente satisfactoria. Pasó allí un mes, durante el cual se ganó la confianza de Ladislao de Polonia y de la nobleza polaca. Yo estuve sólo tres días en Varsovia; no me dio tiempo a hacer amigos como a Renée, pero sí a conocer a la familia de la novia de mi primo y a disfrutar de la ciudad.
Prueba del buen hacer de la embajadora fueron los regalos que la mariscala recibió antes de partir de nuevo a Francia (así lo cuenta Bély). Ladislado IV le regaló unos bellísimos tapices de Persia; y su sobrina Ana, que le había acompañado en el viaje, fue agasajada con un maravilloso vestido de diamantes ¡como una verdadera Cenicienta! Además, el rey de Polonia concedió a la condesa de Guebriant un pasaporte en el que se podía leer “Christianissimi Regis Legata”.
La mariscala de Guébriant con su sobrina y sirvientes salió de Varsovia el 10 de abril de 1646. Se tomó su tiempo porque no llegó a París hasta noviembre. No se podía ir con prisas en el siglo XVII y menos en un viaje ceremonial como era el suyo. Aunque se desvió por Roma (dijo que para visitar al Papa), no penséis que su periplo hasta Francia fue un tour turístico. La mariscala y su sobrina tuvieron que contemplar miserias. La paz de Praga (1635) había puesto fin a la guerra de los Treinta Años en tierras alemanas, pero los pueblos y aldeas apenas se había recuperado. Desde sus carrozas vieron a hombres, mujeres y niños con las almas desfallecidas por el hambre. Cerca de Stettin atravesaron un bosque donde se encontraron con veinte cuerpos.
Dejemos a la mariscala y su sobrina Ana volviendo a París. Al día siguiente de la boda de mi primo visité con mi marido el museo Polin, el museo de los judíos polacos que se ubica en el antiguo guetto, desgraciadamente célebre por los innombrables crímenes allí cometidos. Por la tarde celebramos el cumpleaños de mi tío Pedro, que también había acudido a la boda. Y por la noche, los chicos se fueron de despedida de soltero (sí, curioso, después de la boda. Eligieron para pasar la velada un sitio para lanzar hachas ¡qué finos!), y las chicas nos fuimos por nuestra cuenta, a pasear por las orillas del río Vístula y a salir por ahí. Era sábado.
El domingo mi marido y yo nos fuimos a Wilanow, el único palacio barroco que se conserva intacto en Varsovia. Como está a las afueras, no sufrió el destino de otros muchos edificios de su época. Fue construido por el rey polaco Jan Sobieski tras su victoria contra los turcos en el segundo sitio de Viena (1683). De no ser por las tropas de Sobieski, el ejército otomano habría entrado en la ciudad de los emperadores y Leopoldo I se tendría que haber exilado. Wilanow recibe el nombre de «el Versalles polaco”. No es muy grande, pero es tan cuco como un joyero. En su interior se pueden visitar las habitaciones privadas de Jan Sobieski y su mujer Marie-Casimire De la Grange D’Aquien (sí, también francesa).
En 1720 Elzbieta Seniwaska compró el palacio a los descendientes de Sobieski y cincuenta años más tarde lo heredó su nieta: Isabela Lubomirska, nacida Czartoryska. Esta última a su vez se lo legó a su hija Isabela, casada con Stanislaw Kostka Potocki. El matrimonio formado por Isabel y Stanislaw convirtió Wilanow en un museo dedicado a la memoria de Jan Sobieski, y así ha llegado hasta nosotros ¡no os lo perdáis si vais a Varsovia!
En la tienda del museo de Wilanow, encontré un libro precioso sobre retratos de niños en las colecciones de Polonia. Valía cuatro euros, me lo compré. Al día siguiente regresamos a España vía Madrid. Desde el avión vi los Alpes. Se me pasó el viaje rápido.
El viaje de vuelta de la mariscala se torció al final. A pocas millas de París, su sobrina Ana enfermó y murió. En aquella época sabías cuándo salías de viaje pero no si regresarías con vida; los viajes en el siglo XVII me recuerdan al cuento de “El castillo de irás y no volverás”.
Pobre mariscala. Regresó a París con el cuerpo de su sobrina y allí celebró su funeral. Yo volví a Granada con el libro de retratos, que pesaba lo suyo, casi como un muerto. Una noche, ojeándolo, encontré el retrato de una niña preciosa de unos quince años. Tenía en los brazos a un gatito negro. El cuadro era una copia del siglo XVIII. La retratada: Teresa Czartoryska, sobrina Isabela Czartoryska, la nieta de la mujer que había comprado Wilanow a la familia Sobieski. La historia del final de Teresa me conmovió:
La noche del diez de enero de 1780 se celebraba un baile en el palacio azul de Varsovia (sigue en pie). La jovencita se vistió ilusionada para la ocasión. En un descanso entre una danza y la siguiente, Teresa se acercó a la chimenea para calentarse, con tal mala suerte que su vestido comenzó a arder. En apenas un segundo el fuego llegó a su larga cabellera. La joven princesa ardió como una antorcha. Falleció tres días después a causa de horrendas heridas. La desolación que debió sentir su madre y su tía Isabela, la dueña de Wilanow, debió ser parecida a la de la mariscala de Guébriant cuando perdió a su sobrina Ana. El funeral de Teresa, la niña de quince años de grandes ojos negros se celebró en Varsovia ese mismo mes de enero.
Al final han sido dos bodas y dos funerales. Eso sí, Varsovia sólo hay una.

Castillo de Varsovia, 22 de abril de 2023

Sala del castillo de Varsovia donde Ponitowski promulgó la primera constitución de Europa en marzo de 1791

Palacio de Wilanow, 23 de abril de 2023

Secreter/escritorio Wilanow, 23 de abril de 2023

Palacio azul de Varsovia, Bellotto

Teresa Czartoryska. Frédéric-Alphonse Muraton. Museo Zamoyski en Kozlówka
Bibliografía:
Bély, Lucien: «La maréchale de Guébriant: l’unique ambassadrice», en Lucien Bély: L’art de la paix en Europe. París, PUF, 2007, pp. 213-224.
Ekielska, Anna (ed.): The Lubomirski Family at Wilanow. Wilanow Palace Museum, 2011.
Kwasniewska, Jolanta: The Child in the Painting from the 16th to the late 19th century in the collections of Polish museums. Wilanow Palace Museum, 2004, pp. 238-239.
Tischer, Anuschka: «Eine Französische Botschafterin in Polen 1645-1646», L’Homme, Z.F.G. 12,2 (2001), pp. 305-321.
Si queréis profundizar:
Schobert, Pascal: Les femmes dans la diplomatie au XVIIe siècle. Memoire de maîtrise. Université Paris XII, 1997. (Dirigida por Bély).
Fuentes:
Le Laboreur, Jean: Histoire et relation du voyage de la reine de Pologne et du retour de Madame la Madame la Mareschalle de Guébriant, Ambassadrice extraordinarie et surintendante de sa conduite. Paris, Camusat, 1647.
Desnoyers, Pierre: Lettres de Pierre des Noyers, secrétaire de la reine de Pologne, Marie-Louise de Gonzague, pour servir l’histoire de Pologne et de la Suède de 1655 à 1659. Berlín. 1859.
En la Memoire de maîtrise de Schobert podéis encontrar las instrucciones a la mariscala y más documentación interesante.
Bueno, tras esta crónica, os invito a descubrir la vida de la mariscala tras su misión en Polonia; y la vida de María Luisa de Gonzaga en Polonia, que no tiene desperdicio:
Serwanski, Maciej: «Être une reine étrangère: deux Françaises en Pologne», en Poutrin y Schaub (dirs): Femmes et pouvoir politique. Les princesses d’Europe XVe-XVIIIe siècle. París, Bréal, pp. 193-200.