Mis embajadoras viajan a Berlín….

2015-03-26 10.47.55 Berlín… una cuidad en la que el pasado planta cara al futuro, aunque éste le gana el pulso con creces…, una ciudad que exhibe sin tapujos las miserias que la aquejaron convirtiéndola en cenizas y que ahora bulle llena de energía nutriéndose de un espíritu cosmopolita que no se puede encontrar en ninguna otra capital europea ¿O acaso Londres le hace competencia?, sí, esa Berlín cuyo muro opaco y gris vi caer por la tele cuando tenía diez añitos… luce ahora colorida como los paneles que ahora decoran los vestigios del telón.

Como para no adivinarlo, Berlín fue la ciudad elegida por la Renaissance Society of America para celebrar su 61 reunión anual. La sede: el edificio central de la Universidad Alexander von Humboldt, (y sus edificios adyacentes porque ¿dónde meter si no a 2300 personas?). Todo al ladito de la isla de los Museos, donde en pocos metros cuadrados se concentra la mayor cantidad de maravillas arqueológicas que he visto en mi vida.

Participar en una de las reuniones de la RSA es toda una experiencia. Esta era la segunda ocasión en la que asistía, la primera fue en Venecia y la fama laberíntica que tiene la ciudad hizo de las suyas…, lo digo porque me perdí un montón de veces; en Berlín, localizar las salas e ir de un panel a otro corriendo fue más sencillo pero no menos cansado. Lo primero que sorprende en este congreso es la cantidad de gente ¿De verdad todos van a hablar en estos tres días? ¿Tanta gente estudia sobre el Renacimiento? Bueno, para ellos el Renacimiento va desde 1300 (o antes) hasta (si me apuras) casi principios del XIX…, algo que se agradece porque así quepo yo con mis historietas de finales del siglo XVII; además puedo deslizarme al siglo XVIII con margen de error e incluso poner imágenes en el power point de nobles austriacas con pelucas a la francesa a lo Luis XIV (puse una imagen de la condesa de Harrach muy aparente).

Me tocó hablar el jueves por la tarde. La fecha y la hora que me asignaron me parecieron muy bien: el primer día (así me lo quitaba de encima) y además por la tarde, de este modo me daba tiempo a ponerme las pilas con el inglés, refrescar vocabulario y hacerme al acento americano. Perfecto.

Mi paper se titulaba: «The ambassadress and her husband: marriage and embassy in the court of Madrid (1650-1700)» y en él traté de demostrar cómo los matrimonios de embajadores del Imperio en Madrid en la segunda mitad del siglo XVII actuaban como una Arbeitspaar o pareja de trabajo. Para ello presenté el concepto de Arbeitspaar formulado por la magnífica Heide Wunder en su obra: Er ist die Sonn’, sie ist der Mond. Frauen in der Frühen Neuzeit, que salió a la luz en el año 1992. Según Wunder, el matrimonio y la familia se convirtieron a finales de la edad media en unidades de producción independientes en la economía preindustrial gracias a dos cambios económicos fundamentales: la profesionalización y la especialización en el trabajo. Estas dos transformaciones provocaron que la economía se reorganizara en hogares independientes de artesanos, mercaderes y campesinos, cuya forma de vida era el matrimonio y la familia. La Arbeitspaar se convirtió en el alma de estas «empresas» familiares. En consecuencia, las mujeres trabajaban en el sentido productivo del término. Wunder se ocupó principalmente de las mujeres de artesanos aunque mencionó también el trabajo de monjas y mujeres de la nobleza. Katrin Keller ha usado el concepto de Arbeitspaar para explicar las estrategias de poder usadas por archiduquesas, princesas y reinas en los siglos XVI y XVII.  Katrin Keller me sugirió que utilizar el concepto para los matrimonios de embajadores. Dicho y hecho: la idea de mi paper era aplicar el concepto-categoría de Arbeitspaar a los matrimonios de embajadores del Imperio que ocuparon la embajada de Madrid en la segunda mitad del siglo XVII.

Los matrimonios formados por embajador y embajadora (un título que no comportaba el cargo pero que, gracias en parte a su «indefinición», garantizaba un cierto -cuando no legítimo-margen de maniobra a las llamadas «embajadoras») no fueron ajenos a los cambios económicos que afectaron a las formas de producción en la Europa moderna. El funcionamiento económico de muchos matrimonios de artesanos resulta en cierto modo comparable (salvando las distancias sociales y de rango) a los matrimonios de la nobleza. Los nuevos discursos del matrimonio auspiciados por el Humanismo y la Reforma, pero también por la Contrarreforma -pues se tiende a pensar que sólo Lutero sacralizó moral, económica y socialmente el matrimonio- impactaron sobre los esposos y esposas nobles del siglo XVII. La idea de un matrimonio conformado por esposo y esposa basado en la fidelidad y el compañerismo (metas ideales, todo hay que decirlo) también llegaron al Imperio y sur de Europa, y no sólo al centro-norte protestante. Para muestra un botón: nuestro archiconocido conde de Pötting mandó hacer dos retratos, uno de él y otro de su esposa mientras desempeñaba su embajada,  al estilo -suponemos- de los retratos complementarios que hizo Frans Hals del matrimonio holandés Coymans en 1644.

Pero no nos detendremos aquí en representaciones pictóricas o en análisis de economía marital. Mi paper trataba más bien de aproximarse a la relación conyugal establecida entre los esposos y a las estrategias diplomáticas ligada a ella. El primer problema que se encuentra un historiador/a seri@ es la documentación. ¿Dónde encontrar esa «relación»? y, si hay documentación que la describa, ¿cómo interpretarla? ¿Cómo estudiar una relación conyugal de un matrimonio de embajadores del siglo XVII? Bueno, mi objetivo no era responder a todo pero sí aproximarme a posibles respuestas.

Las fuentes son la documentación más íntima producida por el matrimonio; bien intercambio de cartas, bien ego-documentos en los que se hablara del cónyuge. Partimos de que lo íntimo también es (o puede ser) político, como ya dijo Foucault. Una vez que tenemos seleccionadas las fuentes (diarios, cartas, o diarios-cartas como las Tagzettel) el siguiente paso es analizar los discursos y el lenguaje utilizados teniendo en consideración los protocolos y convencionalismos propios de la escritura de cartas y diarios en la edad moderna; pues no todas las expresiones de «amor» y «amistad» pueden ser leídas literalmente, ni atribuírseles significados actuales (aunque tampoco, y esto es importante, hay que despojarlas de todo sentimiento).

Bien, el análisis del lenguaje y los discursos en este tipo de documentación permite hacerse una idea de cómo funcionaba el matrimonio de embajadores como Arbetispaar en el terreno diplomático. En los diarios del esposo-embajador, la embajadora-esposa aparece continuamente; registrándose, al menos, tres tipos de movimientos que ella realizaba: movimientos en solitario (visitas a otras mujeres, a palacio a ver a la reina, o a hombres, fundamentalmente clérigos o embajadores de reinos vasallos del Imperio); movimientos con su marido: paseos con conversación incluida, visitas a iglesias o asistencia al teatro, actividades que reforzaban sus vínculos maritales tanto políticos como emocionales; movimientos simultáneos y complementarios: mientras ella iba a palacio, él descansaba en el campo o viceversa…

Los diarios también revelan que las embajadoras-esposas dedicaban poco tiempo a lo que ahora entendemos como doméstico y que sus esposos-embajadores también eran, como decía la condesa de Harrach: «buenos caseros» (a veces mejores que ellas). La maternidad no era un problema estas embajadoras: tras parir guardaban cuarentena y luego se «reincorporaban al trabajo».

En las cartas intercambiadas entre los esposos el discurso de la buena esposa y el buen esposo se mezclan con un lenguaje irónico, sarcástico, incluso descarado de algunas embajadoras, las cuales juegan continuamente con sus múltiples identidades esposa-embajadora-madre-prima-noble para favorecer los objetivos diplomáticos y sociales de la Paar. Siguiendo el mismo patrón, los embajadores acentuaban su rol de esposos con el objetivo de beneficiarse de las mercedes, cargos y prebendas que su esposa le pudiera reportar. En ocasiones, la pareja recibía órdenes «en plural», lo que indica que ambos debía cumplir esa determinada misión «juntos».

Ciertamente, la documentación revela que el matrimonio de embajadores se repartía las tareas y trabajaba conjunta cuando no simultáneamente; aunque no nos confundamos, su estrategia no se regía por la «igualdad» sino más bien por el «equilibrio». La principal conclusión de mi paper fue que el matrimonio de embajadores formaba un equipo de trabajo productivo en el ámbito diplomático. En consecuencia, la relación conyugal entre el embajador y su esposa no puede considerarse simplemente de dependencia o subordinación de la esposa con respecto al «embajador», sino que la relación entre ambos era mucho más compleja y debe empezar a mirarse desde la perspectiva de la colaboración y la interdependencia entre cónyuges.

Todo esto lo expliqué el jueves 26 de marzo. El viernes, aprovechando la pausa de la comida, me escapé con una amiga a visitar el museo donde está Nefertiti. Las dos queríamos ir directamente a verla sin tener que vagabundear por todas las salas porque no teníamos mucho tiempo, sin embargo una vigilante del museo con cara de pocos amigos nos «obligó» a visitar  previamente las estancias adyacentes; supongo que el objetivo de hacernos dar esa vuelta era que no se concentrara mucha gente en la sala de la famosa esposa de Akenatón. El caso es que la señora me hizo un favor porque atravesamos una serie de salas donde se exponían esculturas egipcias de matrimonios. Ante mis ojos desfilaron decenas y decenas de posibles «Working couples» de la antigüedad. Sin querer caer en anacronismos, me hice a mi misma muchas preguntas: ¿Quién sabe por qué estos matrimonios fueron así representados: de igual tamaño el esposo y la esposa, uno al lado del otro como un verdadero equipo de dos, acaso un equipo de «trabajo»? Estaba fascinada. Y es que siempre se cumple eso de que cuando tienes una cosa en la cabeza, te encuentras en cada esquina con algo relacionado con eso.

Y por fin: ¡Nefertiti!!!! contemplarla fue algo emocionante, impactante. Allí estaba, con sus arruguitas y todo, con las orejas medio rotas y sin un ojo pero aún así inmensamente, inexplicablemente hermosa. Sí, su belleza es aterradora. Imponente.  Con su único ojo mira hacia el infinito, desafiando al tiempo con arrogancia pero con no menos dulzura. A su alrededor hay muchas medidas se seguridad pero creo que nadie, absolutamente nadie, se atrevería a tocarla. Y si alguien lo hiciera creo que «algo» se lo impediría, porque Nefertiti inspira un respeto ancestral…

Tras contemplarla, parece imposible no creer que formó una Arbeitspaar con su marido Akenatón. Ella fue el broche ideal para cerrar mi intervención en Berlín.

Bibliografía:

-Katrin Keller: «Mit den Mitteln einer Frau: Handlungsspielräume adliger Frauen in Politik und Diplomatie», Billard von Thiessen, Christian Windler (Hg.): Akteure der Aussenbeziehungen. Netzwerke und Interkunturalität im historischen Wandel, Böhlau,  Wien, 2010. Agradezco mucho a Katrin Keller que me informara sobre la obra de Heide Wunder (y en concreto sobre la expresión «Arbeitspaar»), para mi proyecto IEF Marie Sklodowska-Curie 2014, que empecé en abril de ese año.

  • La propuesta de paper para este congreso fue enviada a la organización del mismo el 01.06.2014.

– Nakamura Toshiharu (ed): Images of Familial Intimacy in Eastern and Western Art. Brill, 2014.

– Heide Wunder: Er ist die Sonn’, sie ist der Mond. Frauen in der Frühen Neuzeit. C. H. Beck, München 1992.

A nivel informativo y fuera de la bibliografía (ya que no ha influido en mis investigaciones), quiero indicar que Lars-Dieter Leisner está realizando  una tesis doctoral sobre Arbeitspaar y diplomacia en la Universidad de Viena. Leisner presentó este proyecto el 11.04.2016.    

 

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